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San José Sánchez del Río, un cristero valiente y fiel a Cristo

El 10 de febrero de 1928, después de ser brutalmente torturado y obligado a caminar descalzo tras haber sido cortadas las plantas de sus pies, José llegó hasta su tumba. Con cada paso, dejaba un rastro de sangre, pero su fe permanecía intacta. Antes de recibir el tiro de gracia, sus últimas palabras fueron el grito que definió la gesta cristera: "¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!"


Figura representativa de San José Sánchez del Río.
Figura representativa de San José Sánchez del Río.

En la historia de la Cristiada, pocos nombres resuenan con tanta fuerza como el de San José Sánchez del Río. Su martirio, ocurrido el 10 de febrero de 1928, no solo estremeció a quienes lo conocieron, sino que se convirtió en un faro de inspiración para la juventud católica mexicana. Su vida es el testimonio de una fe inquebrantable y de un espíritu que no cedió ni ante el sufrimiento ni ante la muerte.


José Sánchez del Río nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Michoacán. Desde pequeño, mostró una profunda piedad y un carácter decidido. Cuando estalló la persecución religiosa en México, sintió el llamado a defender su fe y pidió unirse a las filas cristeras. Sus padres intentaron disuadirlo, pero él insistió: "Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora".


Inspirado por el testimonio de Anacleto González Flores, José sentía en su corazón el llamado de participar activamente en la defensa de los derechos de Dios y de la Iglesia. Insistió muchas veces para ser aceptado entre los cristeros y seguir los pasos de sus hermanos mayores pero su edad se lo impedía. Finalmente, con apenas 14 años, se convirtió en asistente del general cristero Rubén Guízar Morfín. Aunque no era un soldado en el sentido estricto, desempeñó labores esenciales dentro del campamento. Su valentía pronto se hizo notar cuando, en combate, entregó su caballo al general para evitar su captura, lo que provocó que Joselito fuera tomado prisionero por las fuerzas del gobierno.

San José Sánchez del Río fue beatificado en 2005 y canonizado en 2016, convirtiéndose en un modelo para quienes buscan la santidad en la fidelidad a Cristo.

Durante su cautiverio en la sacristía de la iglesia de Sahuayo, José escribió una carta a su tía María Sánchez. En ella, lejos de mostrar miedo por su captura, expresó su confianza en Dios y su disposición a aceptar su destino con valentía, escribió: «Mi querida tía, me han hecho prisionero y creo que voy a morir, pero no me importa. Resígnate a la voluntad de Dios. No tardaremos en vernos en el cielo».


El 10 de febrero de 1928, después de ser brutalmente torturado y obligado a caminar descalzo tras haber sido cortadas las plantas de sus pies, José llegó hasta su tumba. Con cada paso, dejaba un rastro de sangre, pero su fe permanecía intacta. Antes de recibir el tiro de gracia, sus últimas palabras fueron el grito que definió la gesta cristera: "¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!"


Su martirio impactó profundamente comunidad católica que lo adoptó como modelo de valentía y fidelidad a Cristo. Su ejemplo inspira a generaciones de jóvenes a comprometerse con su fe en tiempos de dificultad.


San José Sánchez del Río fue beatificado en 2005 y canonizado en 2016, convirtiéndose en un modelo para quienes buscan la santidad en la fidelidad a Cristo. Su vida nos recuerda que la edad no define la grandeza del alma y que, en tiempos de persecución, la fe es el arma más poderosa.


En este aniversario de su martirio, recordemos su testimonio y hagamos eco de su grito inmortal: ¡Viva Cristo Rey!

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